miércoles, 21 de abril de 2010

Apología de un cerro

Memorias del Chirripó
2007


Un cerro es un cerro, no es una colina, ni una loma, tampoco una montaña, monte o volcán, la diferencia se la dejo a los geógrafos.

El día anterior al día cero, viajamos hasta la zona sur, el plan era no comer mucho en la noche para desayunar bastante porque necesitaríamos esas energías. La sorpresa y cambio en el plan original, fue que la Sra, amiga nuestra, madre de la más joven de las arriesgadas, nos tenía preparada una cena carbocalórica a altas horas de la noche, que fue cuando llegamos. Hubo cierto intercambio de información en el aire por espacio de unos microsegundos, hasta que todos accedimos, por instrucción en forma de sonrisa y un amable agradecimiento de nuestra líder, K.

Al día siguiente muy temprano salimos hasta la parada que nos llevaría a una hora del pie del Cerro Chirripó. Todos éramos primerizos. Era mejor así.

No hubiera subsistido a la escalada sin el bastón de caña o bambú, que pagamos en recepción, cuando aun sosteníamos nuestros rostros sonrientes. Luego, con los daños, vimos que no eran un lujo ni un "tiliche" más, era menester llevarlos.

Al momento de llegar a la recepción, descubrimos que los caballos ya habrían subido hacía escasos 7.6 minutos... ¡No podía ser! ¿Subir esa empinada cosa con nuestro equipaje al hombro?. Eso no estaba en el contrato... Además no éramos más que 5 mujeres y un niño.

Optimistas algunas vacilaban sobre los músculos que íbamos a sacar..

El trato era descansar por cada hora, cinco minutos; pero a mí se me hizo como que descansábamos una hora cada cinco minutos.

Adentro del zapato llevábamos una media, dentro de la media una bolsa y dentro de la bolsa otra media, quizá otra bolsa y otra media... y luego el pie, que no se salvó de la lluvia.

Casi resbalo en una naciente de agua, unos cientos de metros más abajo hubiera asegurado que era agua de un tubo mal puesto.

Nadie cayó al precipicio, lo de los gritos descomunales debió haber sido un éxtasis de locura del niño, luego nos dimos cuenta que K y sus hermanas se asustaron ya que pensaron era una tragedia. Seguir subiendo. El impulso que nos tenía que durar días.

Envejecíamos un paso y rejuvenecíamos dos, dicen los lugareños que es el aire de las montañas es el único aire, insinuando que lo que tenemos en San José son sólo diversas patologías gaseosas.

De la nada escucho por parte de K, que iba al lado mío:

-¿Has probado el chocolate suizo?  - No, respondí excéptica.

- ¡A que los que vienen son suizos y andan chocolate! - insistió alguna.

Pocos instantes después heme ahí, tragándome mis palabras, y el pedazo de chocolate suizo de un par de suizos igual de perplejos que yo.

Al seguir, y seguir, por un momento pensé que no llegaríamos antes del anochecer. Y no llegamos. No preciso cómo estaba la luna, pero creo que no estaba encendida del todo. Chocábamos con paredes de piedra y tierra, con planicies oasísticas, hasta que empezó a verse una luz artificial intermitente, nos pareció la entrada al cielo.

Ya en la estancia que precede unas 4 horas al cerro, y de noche, con las energías botadas en alguna parte de la montaña, no sentía hambre, el cansancio era más fuerte y el sueño más tentador...

-"Sólo un plato de sopa caliente por favor, que este es el clima más frío del país"- inquirí inerte.

-"Afuera está a 8 grados, creo que sobreviviremos si sacamos el sleeping para ver estrellas fugaces"- alentó alguna.

-"¿Qué? No puedes amiga sacar ese colchón a la intemperie. No es nuestro... ", unos instantes después.. "Ay qué cómodo, Gracias!" - Descubrí que tenía que empezar a hablar menos, o mis palabras iban a terminar acabando conmigo.

Las 6 cabezas estábamos afuera boca arriba, en competencia para distraer a nuestros labios morados, encolchonados y sleepinizados.

-No sabía que tantas estrellas podían verse juntas en estos tiempos- se oyó.

-Yo tampoco- y eternicé esa bóveda azúl con blanco y amarillo.


Fue difícil dormir esa noche, el frío se filtraba antojadizo por cada poro de las cobijas, húmedas aún del aguacero de las horas que arrastraba.

Al día siguiente escalamos al Cerro Chirripó, el pico oficial. Las fotos nos sacaron lo único que nos quedaba por dentro, porque a toda costa teníamos que devolvernos con algo más que evidencia mental.

La menor (pero no menos valiente), de regreso, abrió camino con sus manos y nos hizo un atajo, para ahorrarnos buena parte del trayecto, fuimos detrás de ella buscando la manera de ganarle a la distancia, de adelantarnos al tiempo.. Solo unas cuantas incisiones no muy profundas le quedaron como recuerdo de ese día.

Juré nunca volver el día que subimos aquello, y hoy muero por ver otra vez, la vista panorámica desde 3820 mts sobre el nivel del mar, eso que solo se ve, se vive y se siente allá...

...porque un cerro es un cerro, no un edificio de muchos pisos.

2 comentarios:

JJ dijo...

Lo he vivido Duendecilla.
¡Cómo te comprendo!

Un beso

Anónimo dijo...

Maravilloso!... ¿Aceptarías la compañía de un montaraz enamorado, en una próxima aventura?

F