domingo, 28 de febrero de 2010

Las batallas de los hombres














Con el tiempo un hombre tiene que...

Volver a sacudir el yelmo acobardado por viejas batallas,

revestirse un día con la coraza embalsamada de otras épocas,

donde se respiraba con pulsaciones más aceleradas,

cuando cada día vivido era una entrega total.


Sujetar esas sandalias

oxidadas por la memoria

y memorizadas por el óxido.


Escoger entre espada, daga;

ofensa, defensa.


El cuero que por dentro le amortigua el bronce de la coraza,

no le defiende de las flechas que emanan

de viscerales cicatrices

nacidas en las entrañas de ese soldado genérico

casi empaquetado y con código de barras.


La batalla,

la batalla del soldado

ahora anda en ruedas,

navega en internet

se viste de elegancia

y come en restaurantes.



Las luchas de los hombres

siguen siendo iguales

si se miran desde adentro.

viernes, 26 de febrero de 2010

11,5 minutos antes


Divago en esquemas bilaterales

con insípido aire noctámbulo,

cerrados los sobres empestañados

y acuñado el lápiz sin punta,

o con la punta por dentro,

da igual.



El plástico adherido

a figuras humanas,

por selección natural

o por no haber más lugar.



Los vidrios del auto

martirizados y espejizados

con la potencia iracunda

del viento solar.



Las calles llenas, solas,

no dejarán diga

que la mañana es ajetreada,

que se presagia el sonido

de tazas de café,



No hay nadie.



Ya no estoy ni yo.



lunes, 15 de febrero de 2010

Oscuridad del medio día


Por la ruta del viento se reparten sus deseos, se le escapan como el dinero a los inversionistas de esa empresa en plena crisis. Ella lo sabe y sabe que no hay elección.

Pero camina altiva como siempre, ni un minuto antes ni un minuto después, justa, martillando el piso con sus tacones desde que su silueta liviana traspasa con presencia estructural la puerta grande, luego, y mientras estripa el siguiente botón interno para activar la sonrisa ancha, doblará por la derecha en la segunda puerta y la cerrará tras de sí, casi en las narices del mensajero matutino.


"Es muy temprano para las malas nuevas, estoy temporalmente fuera de servicio"-dijo sarcástica, y se hundió en lo profundo de su oficina y de la resignación.


Se encierra en un bombillo de espacio infinito, no querrá volver a mirar letras en los números de su calculadora, ni almacenar en su computadora las teclas abarrotadas con la confianza puesta tiempo atrás.
Mientras revisa en el periódico la inestabilidad de las bolsas y de los tipos de cambio que le combinan con su atuendo, intenta en vano desfruncir el ceño, tratando de que no sea tan evidente que está pendiente de que en cualquier hora vendrá.

Escaló a lo alto de su puesto la indignación que le carcomía el semblante.

Un sonido en la puerta, seguido de un golpe al corazón, la tensan..

-"Adelante"- dice la voz firme de siempre.
Al ver que la figura del tímido mensajero no se había movido, amarrándose cualquier comentario no pertinente, dejó entrar. Él entre balbuceos, alcanzó a decir:
-"Esto es lo de hoy, Sra Cortéz" -dejó su correspondencia en el escritorio y al sentir equívoco, la saeta que se le venía encima, desapareció como la inadvertida neblina.
Pero lo de hoy no era contra él. No era contra nadie. Era algo que se salía de todo orden racional o irracional.

A pesar de todo, ella no era odiada, tampoco era temida, solo era incomprendida.

Un segundo golpeteo, esta vez más sólido, la prepara para el bajonazo. Una figura indecible se acerca, intentanto amenizar a la Sra de alma blanca y negro. Ella lo ve pretenciosa, pero cálida sonríe, estrecha su mano, le saluda como de costumbre. El perturbador sonido de un "buenos días", bastará para dejar un rastro de sangre perfumada, exhalada en ese dúo de palabras, y otro de agua salada en su hermética mirada.
El tiempo pasa y aunque la puerta está abierta de par en par, no se alcanza a escuchar el tema. La secretaria de al lado, agudiza sus sentidos cual ave rapaz, pero es imposible, el código que se manejan esos dos no es para amateurs.
El reloj iba a dar las 12:00, la mañana había huído cobarde con él.
Y a ella, que le había tocado vivir la época de la incomunicación en medio de tecnología de punta que precisaba el contacto; a ella que le vaciaron la esperanza, que se la dejaron en números rojos, no le quedaba más que revisar su archivo de pendientes, y firmar los más importantes.
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Hipotético

viernes, 12 de febrero de 2010

Vagas Reflexiones

Fotografía por FHM


Experimentando con las leyes de la física,
pensé que el traspasar la pared de la mal llamada ignorancia
me llevaría a su cotizado y mal llamado antónimo,
y que pertenecería al fin a esa selecta esfera.

Pero no hay nadie del otro lado,
por lo menos no nadie humano, o humanoide.
Me devolví hecha un nudo de fórmulas y cálculos
a la realidad aterrizada en una bocina gritona y mal educada.

La gente no se quita el saco de su comodidad,
quedándose de este lado de la acera
así esté su semáforo en verde.
Me incluyo, me concluyo.


Si me sentara con mi silencio en una esquina del barrio,
si comprara palabras indecibles a un precio inaccesible,
si tan solo grabara mis sueños cada noche de olvido
para proyectarlos en un DVD,
o si tuviera la desfachatez de malencarar
a ese señor encorbatado quien llaman Porvenir;
al menos me colgaría el título de "valiente" en mi Currículum Vitae.


Siento que se deshacen las nubes, en puntiagudas gotas de insomnio,
absorbiéndome entre estas ventiscadas de un otoño que no conozco,
sequedades de un verano que es perpetuo,
nevadas de un invierno con olor a leyenda ya,
leyenda que no ha muerto.

viernes, 5 de febrero de 2010

Palomar bajo láminas de zinc


Si hay un animal aparte del perro, que un niño ciudadeño conoce bien, son las palomas y los zanates. Habría que actualizar el ave nacional porque el yigüirro ahora suena como palabra inventada de algún trabalenguas ancestral o bien, uno de esos ejemplos que se usan para enseñar sobre la diéresis y el correcto uso de la doble "r".


Las paloman subsisten, según mi detallado análisis exhaustivo de fines de semana mirando el parque, porque comen aún eso que nadie sabe qué es, cosa que molesta a algunos, quienes le atribuyen modales porcinos.


Del otro lado del "round" y como el enigma de todo el enredo, está su archirrival. Cuando se ven zanates y palomas conviviendo en un lugar, al final del túnel sólo quedará el más fuerte. Y a como han desplazado muchas otras aves, el encontronazo entre estos dos parece que tiene su sentencia dictada. La ley de la selva es la ley de la ciudad. Es la ley de la vida.


Y cuando estemos inundados de aves de mal aguero, extrañaré a las otras, aunque hoy me queje del sonido desfasado de mi reloj, cada madrugada bajo las láminas de ese zinc viejo y sordo ya.