miércoles, 2 de marzo de 2011

Al Otro Lado del Río

Memorias de Viaje
Managua
2011
Fotografía "Memories" by Amna


Al otro lado del río,

también juega el niño y ríen las olas,

meciendo canciones de recuerdos, de olvidos.

Al otro lado del río,

y más allá,

al fin del olvido y de lo mío,

se ve el follaje alimentado de aguas palabras,

de rocío firmamento y de almas de amantes.

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No sabía lo que estaba asintiendo alegremente cuando me propusieron el viaje. Lo supe cuando transcurridas las once horas de viaje, agradecía el momento de poder estar en posición vertical. Un viaje en moto es per se, agotador. Que si el sol, el sol; que si el viento; el viento; que si la lluvia, que si el sueño, que si las estrellas.

Tampoco sabía que todo iba a girar en torno a una convención de motos. Debí haberlo sospechado cuando me encajé la camisa Harley Davidson, o cuando me ceñí el pañuelo negro, o cuando...

La frontera. Parece mentira sentir lo que se siente al caminar foráneo en la tierra que no sabe de pasaportes obsoletos, ni de tiempos, ni de esperas en la fila. No olvidaré los uniformes militares que veía en las películas, caminando en mi calle (¿O yo en la suya?); que ya no estoy en Costa Rica, que me manda otra constitución política...

...Que me embargó la prisa por llegar a no sé dónde.

El séquito lo componía una carabana de 4 fornidos hombres, cada uno de los cuales, mas o menos se llevaba 10 años de diferencia. Así que iba con 4 generaciones y una tía, que estaba entre la media generación de las generaciones que separaban a los dos más viejos.

Mi tía. No podía ver una hormiga porque se quejaba de la pobre. Que si las paredes no combinan con su pelo o el día con su genio... Todo un caso; y una, que es más sencilla que otra cosa, ni atención le ponía, a las hormigas ni a mi tía.

Aunque tengo que admitir, que por ella me comí el pescado. Qué pescado. Comía, y bebía, y charlatoneaba y el condenao pescado no mermaba, hasta que puso el sol. Por cierto, del ocaso, el de la segunda generación de arriba para abajo, me enseñó que en inglés es "sunset". Y ahí empezó con el inglés para arriba y para abajo y no había quién calmara a ese "picuyo". Así le puso mi tía, aunque los demás nos seguimos muriendo de la risa al no saber qué es un picuyo, pero al estar convencidos que eso era lo que era el english man.

Managua y San Juan del Sur están separados por calles (Jeje...).. Ejem, digo, por dos horas de viaje en moto. Es muy importante hacer notar eso del medio de transporte, para considerar elementos previamente señalados en esta misma entrada. Managua es como San José, tiene de todo pero le falta todo también, aunque sí la diferencia de las mal llamadas "clases sociales" es más marcada que en SJ, ahí pasamos las dos primeras noches, a la luz de... de ninguna clase, en realidad las habitaciones eran tan oscuras que a las nueve a.m. todos pensábamos que era madrugada.

El mercado de Managua es enorme. Será acaso porque estoy acostumbrada al mío, cuadrado, pequeño y simétrico. Ahí compramos algunas tazas de recuerdo y otros menesteres que salían más baratos que en CR. Todo salía más barato. El primer almuerzo fue muy casero, demasiado. Sopa de cola de res o "Bajo" (no sé si era vajo, o baho, pero sonaba algo así) eran las opciones y le entramos de lleno al asunto.

San Juan del Sur... es tierra de mares, de Cristos y de otros. Eso de otros es porque hay más turistas que nicas, como en casi toda playa. Ahí estuvimos el último día de la Convención (esa es oootra historia que creo que me la voy a reservar un tiempito), y le dió un plus al pueblo el sonido de las motos pandilleras, como si por una noche no hubieran importado los decibeles y eso de la contaminación sónica, que pudo más el look y la moda de los hombres de negro.

No sé en qué momento nos desvanecimos todos de ahí... Sigo trabajando, pero la pausa del fin de semana, me saca de vez en cuando de sitio, y sigo soñando.

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