sábado, 17 de enero de 2009

Nicoya


Me perdí en las ramas entretejidas de su cerro,
pero descubrí algo de brillo al pulir mi firmeza.
Sentí mis fuerzas languidecer bajo el sol inclemente del medio día,
pero las olas me embrujaban con su sutil arrullo.

Ensimismada lejos de una computadora estuve estos días que vacacioné en Guanacaste, donde nos adoptó nuestra nueva familia. No recargué mi celular mas me recargué por dentro.

Pecaría con el pensamiento si viniese con una sola queja del lugar (aparte de los insaciables mosquitos en la noche), de la gente, de la comida de doña D, del viento en la hamaca, del sonido de la marimba, de la panorámica de las estrellas en la noche sin lámparas, de las casas de madera abiertas de par en par.

Esta vez mi afán no es hacer poesía de este relato que me desgajó el orgullo para reconstruirme el corazón.

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