
Nunca olvidaré el día en que atropellé a un motociclista y me dí a la fuga. No quiero crear un escándalo, entiéndame, no fui dueña de mi esos eternos minutos. Ver esa moto en el suelo y el tímido muchacho rejuntándose como si fuese una flor, encendió el polvorín que me disparó lejos de ahí. Nunca se lo conté a nadie, hasta hoy.
Por favor, no es lo que parece, no hubo sangre ni persecusiones policiacas de esas que se ven en las películas de acción. No pasó a más porque yo no era más que una ciclista. Sí, increíble, entre tantos y tantos vehículos acomodados en línea de hormigas, lo atropelló una muchachilla en dos ruedas. Hay cosas inexplicables que pasan todos los días, pero si me meto de nuevo a esa escena, sólo sé que si las posiciones de mi bici y su moto hubiesen estado invertidas.... el fugitivo hubiera sido de género masculino.
Este capítulo es nuestro secreto...
4 comentarios:
Hermoso, me gusto el cuerpo de tu texto excelente, ya te sigo así podre leerte con mas frecuencia.. y ya te dije creo que te he enlazado así es mejor.. te leo cuando actualices..
saludos fraternos con mucho cariño
un abrazo
besos
que tengas un hermoso domingo y una semana igual
Que hermosos textos creas. ES siempre un placer leerte.
Un beso.
=O oh por Dios Santo
Adolfo, el cuerpo es lo que le da el sostén a la cabeza, gracias.
Caminante, el placer es mío también cuando voy por allá.
Silvia, jejeje, no tengo apariencia de delinquir de tal modo, verdad?.
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