domingo, 12 de julio de 2009

Sin rumbo fijo



Vos te levantás en la mañana de forma rutinaria, abrís los ojos y sabés cómo gastarás el día, mucho trabajo, mucho que hacer, te quejas.

Pasan las horas y llegás a la casa cansad@, y justo frente a tu puerta yace una figura, no sabés si espectral o humana, así que te armas de valor y la enfrentas encendiendo la luz de afuera.

Te tranquilizas, era un señor con barba de 8 días, de unos 50 años, pómulos hundidos, y una enfermedad en su cuerpo que le devoraba los días. Necesitaba muchas cosas, comida, sustento, abrigo, y alguien que sacara un tiempo para escucharlo, para que sintiera que todavía tenía derecho a hablar, o para que no olvidara él, el tono de su voz.

Dice que se va feliz, sí, FELIZ, tu mente finita no lo concibe. Helo ahí, un pobre diablo, pero él se siente satisfecho con la vida, en medio de sus harapos habita un noble, de eso estás seguro.

Sentís que la plata no es de nadie. Es un flujo constante, no debería ser un parámetro para medir el estatus ni la "importancia" de la gente. Casi todo el mundo merece más o menos de lo que tienen.

De la nada, te dice que sos bell@, sí, un ciego te dice eso.

Pero mañana vos te levantás en la mañana de forma rutinaria, abrís los ojos y sabés cómo gastarás el día, mucho trabajo, mucho que hacer, te sigues quejando, pero de las disparidades de la vida.



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A "Alberto"

1 comentario:

JJ dijo...

Grandísimo texto duendecilla.
Un beso