viernes, 5 de febrero de 2010

Palomar bajo láminas de zinc


Si hay un animal aparte del perro, que un niño ciudadeño conoce bien, son las palomas y los zanates. Habría que actualizar el ave nacional porque el yigüirro ahora suena como palabra inventada de algún trabalenguas ancestral o bien, uno de esos ejemplos que se usan para enseñar sobre la diéresis y el correcto uso de la doble "r".


Las paloman subsisten, según mi detallado análisis exhaustivo de fines de semana mirando el parque, porque comen aún eso que nadie sabe qué es, cosa que molesta a algunos, quienes le atribuyen modales porcinos.


Del otro lado del "round" y como el enigma de todo el enredo, está su archirrival. Cuando se ven zanates y palomas conviviendo en un lugar, al final del túnel sólo quedará el más fuerte. Y a como han desplazado muchas otras aves, el encontronazo entre estos dos parece que tiene su sentencia dictada. La ley de la selva es la ley de la ciudad. Es la ley de la vida.


Y cuando estemos inundados de aves de mal aguero, extrañaré a las otras, aunque hoy me queje del sonido desfasado de mi reloj, cada madrugada bajo las láminas de ese zinc viejo y sordo ya.

2 comentarios:

JJ dijo...

¡Qué placer leerte de nuevo duendecilla.!
Haces una reflexión muy interesante y acertada.
Efectivamente la ley de la selva es la ley de la ciudad, aunque también valdría la recíproca: la ley de la ciudad es la ley de la selva, porque si no lo evitamos las ciudades, algunas ciudades, se convertirán en selvas.
Un beso, amiga

Alma Mateos Taborda dijo...

Es un lujo leerte amiga, muy buena entrada. Y qué razón tienes al decir que la ley de la selva es la ley de la ciudad. Muy buena entrada. Un abrazo.