
-¿Me permite un segundo?-dijo un hilo de voz a mis espaldas.
-Seguro- dije mientras me detuve de pronto y la miré a los ojos.
-Centro izquierda, ¿verdad?- dijo, y me pareció que tenía la seguridad de una caja fuerte.
-Centro izquierda, ¿verdad?- dijo, y me pareció que tenía la seguridad de una caja fuerte.
-¿De izquierda, yo? -improvisé porque no había nunca reparado en eso.
-Sí, se notó en demasía en su charla, su rivalidad con el liberal, colega mío.
-Bueno, qué bien. No es pecado, ¿sabía?
-Lo sé, lo sé, solo cuídese.
-¿De qué, de usted?
-No, de cambiarse de bando.
1 comentario:
Querida Duendecilla, ¡cuánto disfruto tus textos!
¿Porqué te prodigas tan poco?
Un beso
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