
Todavía quedan personas con las copas de sus árboles floridos,
fruto de una semilla de disposición, de esas que se botan como nada.
He tenido la dicha de conocer a unas cuantas personas así,
no es difícil adivinar su presencia en un pasillo cualquiera,
dejan impregnado en el andar de sus conversaciones,
el apacible perfume de sus entrañas.
Sus corazones de porcelana se pueden quebrar
ante la embestida de las palabras bañadas de inquina,
pero también tienen la potestad de encender
las luces del alma que en la oscuridad palpa su norte.
Los andamios de su vida los constituyen los instantes,
los pasos dados y los caminos trazados.
No peco en creer que todavía hay quien como usted y como yo,
tiene inundado el pensamiento con una lluvia de ideas.
Los restos de esas ideas que no germinan, guárdelos,
que las migajas del pan, de esas que se botan como nada,
no son más que budín en potencia.