sábado, 28 de marzo de 2009

Recorrido Diurno.


Hacía mi recorrido por la ciudad,

devorando a mi paso las mismas cicatrices

que marcan la calle con heridas grises.

Nada nuevo digno de curiosidad en mi andar,

la misma gente con mirada de vidrio,

sólida y cortante pero quebrantable.

Los mismos hologramas de sonrisas

por quienes están enfermos de interés.

Habían seres que la mirada levantaban

como se levantan los alardeantes trofeos.

Medallas de oro, que ciegan el alma, sus ojos.

Pretendiendo pulverizar mi dignidad, tierra maciza.

Pero habían también rostros casi apagados,

que como copas de árboles derribados,

se dejaban tender en el piso,

sus manos y pies, ramas y raíces,

escondidos en la espesura de un bosque,

cubierto de hojarasca y miedo.

Terminé mi trayecto indignada (para variar),

al ver árboles atrincherados tras la cerca,

quizá gentiles, quizá floridos en abril,

gastando sus horas en la oscuridad del día,

huyendo de la sierra inclemente

que en sueños les ha devorado la piel,

sierra que saben, no perdonará la existencia

de un árbol cicatrizado por los pájaros carpinteros.

No hay comentarios: