
La vida es un devenir de acciones inconstantes,
Miradas iban y venían colándose entre los antifaces
blancas y negras, ese viernes de Halloween
en el cual yo hoy no creo.
Espectante me encontraba en el centro del salón
con mi silencio y guitarra de compañía,
con mi melancolía cobijándome del frío,
vestida de blanco y de negro.
A mi alrededor ahí estaban todos ellos,
con esa fantasía de un cuento de hadas,
de blanco y de negro.
Un escalofrío indiscriptible indicó que seguía mi número.
Pero para mi ventura, como quien levanta a un caído,
impredecibles hombrecillos aparecieron de la nada
cantando junto a mí lo que yo llamaría música de ángeles.
Dedicado a esos hombrecillos (D, A) y mujercillas ( T, J, V) que se atrevieron a compartir el escenario en un evento totalmente inucitado.
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