martes, 14 de abril de 2009

Armadura



El jardinero de los mejores rosales es el de las manos más cortadas.

El precio es alto por manipular la belleza.


Muchos nos dejamos seducir por ella como si no hubiera nada peligroso merodeandonos la mente y las intenciones.

Muchos juegan con el peligro sin importarle como vayan a quedar sus manos, sólo por sentir el rojo terciopelo de sus pétalos.


Hieren, sí. Pero hasta esas espinas que protegen a la rosa, se terminan cayendo, secando, debilitando, y su esfuerzo muchas veces habrá sido en vano.


Se puede dar o recibir una rosa, se puede escogerla entre mil, se puede ver perfecta, pero arrancada está moribunda. Y sin espinas, es artificial.


Rosa: No quites tus espinas de tí para complacer las manos cobardes que no quieren correr el riesgo que implica llegar a tí.